“Este es un Perú que sin el fujimorismo, no existiría”, Francesco Petrozzi* 

El pasado 5 de julio, el congresista fujimorista Francesco Petrozzi hizo en la Comisión de Educación una intervención que de manera meridiana pretendía ser una pieza de oratoria que nos emocionara tanto como si la selección peruana hubiera campeonado en el mundial de Rusia.

El manejo de su voz y experiencia histriónica, además del uso permanente de muletillas como “no hay derecho” o “nunca más”, cumplió con su cometido de darle un tono dramático a su discurso.

“Es verdaderamente increíble que en esta Comisión se está hablando de lo que se habla y no de la calidad educativa”, dijo al comienzo. ¿Y de qué se estaba hablando? De los “contenidos educativos en los textos escolares de la educación básica del Perú”, motivo de la sesión y de la presencia del ministro del sector.

¿Petrozzi cree que discutir sobre lo que deben decir los textos con los que se va a formar a los escolares en el Perú es irrelevante? Claro que no. Tiene posiciones muy concretas que junto a otros está tratando de introducir en los planes de estudio, en contra de otros planteamientos propios de grupos ubicados en la orilla opuesta, lo que ha generado una fuerte confrontación.

Solo que el congresista tenía como estrategia ponerse primero en un pedestal para dar la sensación de que él estaba por encima del mal y del bien, y una vez allí, entrar de lleno a los contenidos. Y así lo hizo.

“¿Cómo diablos tener una persona crítica si la educación es deleznable”, le increpó al ministro de Educación. No hay duda de que el “cómo diablos” estuvo muy bien puesto en el libreto porque sonó a una lisura producto de su indignación pero sin ser soez.

Difícil que alguien pueda negar ese carácter deleznable. Pero veamos cómo lo explicó el congresista. Se refirió concretamente a tres puntos: las faltas ortográficas que hay en los libros, las fallas en la impresión de los libros de matemáticas y a que erróneamente se enseñe que el friaje se combate con frazadas, cuando lo que se requiere es calefacción en base a gas, recurso que –nos recordó molestísimo– abunda en el Perú, por lo que remarcó que en nuestro país na-die-ten-dría-que- te-ner –frí-o.

Obviamente los tres aspectos son fundamentales y hay que corregirlos inmediatamente (aunque lo del gas tomaría inevitablemente su tiempo), pero, diablos, era lógico esperar que un congresista tuviera un diagnóstico un poco más sofisticado acerca de la crisis de la educación en el Perú, sobre todo si había asumido el papel de inquisidor.

De allí dio un salto no visto ni en las mejores películas con efectos especiales. De las faltas ortográficas pasó a criticar a voz en cuello las perspectivas que, según él, orientan actualmente la formación escolar. Es decir, a partir de ese momento entró de lleno a los contenidos de los programas escolares.

Vino un primer sonoro “no hay derecho”, respecto a que “...el Ministerio de Educación se dedique a instalar ideales políticos, ideas de  un sector o del otro, ideas de una sexualidad o de otra, cuando todo esto es una libertad del ser humano”.

Redondeó la idea diciendo: “Yo no fui al colegio para que me enseñaran con quién acostarme, yo fui al colegio para que me enseñaran lo que tiene que saber una persona para triunfar en la vida, para adquirir saber”.

A primera vista lo dicho podría parecer algo de sentido común, como algunos lo han creído. Pero un mínimo análisis permite interpretar que en realidad es una manera algo solapada de defender la posición que está en contra de la enseñanza de aspectos sobre memoria (de lo que pasó, por ejemplo, sobre el terrorismo o los 90 ) o sobre sexualidad, temas que han generado un choque de posiciones en la opinión pública.

Y continúa con ese tipo de críticas. “Nunca más un libro consejo político”, porque él cree –como dice en otro momento– que en la educación de ahora no se enseña a discernir sino se busca instalar en las mentes ideas sobre qué decir, cómo se debe pensar y a quiénes odiar.  Cuando, según él,   la educación debería servir para “mirarse en el espejo y decirse yo puedo porque sé… ”

Todo era dicho como si estuviera declamando el famoso “Yo acuso”. Pero, ¿a quién acusaba?

Hay que reconocer que en esto fue claro y explícito: a lo que pasó con la educación una vez que regresó la democracia, después de la caída de Fujimori y Montesinos. “No hay derecho”, increpó esta vez, “que el ministerio de Educación desde los primeros años del 2000 haya instalado en los chicos un pensamiento político determinado…”

Es decir, toda esa manipulación en cuanto a ideas y sexualidad que acababa de denunciar no ocurrió en la década de los 90 sino vino con la transición democrática. Por fin se quitó todas las máscaras y afloró el Petrozzi que –como se ve en la cita inicial– cree que el Perú no sería nada sin el fujimorismo.

Ahora, no hay duda de que sobrestima su capacidad de actuación cuando cree que nos va a convencer de eso, que fue durante los 90 que hubo una educación que promovió en los chicos la libertad de discernir, de ser cultos, de estar bien instruidos, como si no recordáramos que fue durante esos años que hubo un control de las instituciones y medios de comunicación, golpe de Estado, asesinato de estudiantes, psicosociales, persecución de opositores, esterilizaciones forzadas, etc. etc.

Una de las partes en la que el congresista se propuso ser más emotivo fue cuando con una voz temblorosa dijo que ese odio que se inculcaba de los unos a los otros había hecho que “en el Perú no se pueda vivir", “porque los seres humanos no tienen empatía entre ellos”, debido a que cada uno cree que tiene la verdad solo en base al porque yo lo digo.

“Así no es la vida, pues...”, dijo, bajando la voz, agarrando una cadencia suave y lenta. Tiene que haber “un medio” que permita encontrarnos a los dos, agregó. Pero esa actitud de filósofo-maestro fue una de las partes menos logradas porque era inevitable pensar en la manera prepotente y arrasadora con que viene comportándose la mayoría de congresistas que sigue el pensamiento de la lideresa Keiko Fujimori, a la que pertenece el congresista. ¿La bancada fujimorista tratando de buscar un punto medio? Ni el mejor actor del mundo nos podría persuadir de algo así.

Hay un solo momento en el que parece que asume una posición liberal (en el buen y verdero sentido de la expresión). Es cuando se atreve a afirmar, aunque pidiendo antes perdón a los pastores allí presentes, “que nadie en este mundo le va cambiar la tendencia sexual a nadie, porque es imposible”, “uno decide con quién se va a acostar,  de quién se va enamorar, con quién va a compartir su vida”. En ese momento podría haber sacado aplausos de la comunidad LGBT y de quienes la apoyamos.

Pero lo que vino después nos hizo ver que estábamos entendiendo todo al revés. Su planteamiento era que, como a nadie se le podía cambiar su tendencia sexual, lo que sí se podía hacer es que los chicos fueran tolerantes, que se pudieran mirar diciéndose no somos iguales, pero tenemos algo en común: pertenecemos a la raza humana.

No se trata entonces de reconocer que todos somos iguales y que por ello tenemos los mismos derechos, sino que hay que tolerar a los LGBT. No hay que dejar de discriminarlos y agredirlos, sino hacerles el favor de tolerarlos porque son seres humanos igual que nosotros.

De allí parte hacer una reflexión sobre el tema “racial” de un romanticismo hollywoodense. Cual Cristóbal Colón nos explica que acá en el “planeta tierra” solo hay una raza, que predomina sobre los animales, que es la raza humana. Esto para decir que los blancos, chinos aymaras, japoneses e italianos –grupos escogidos por él– son iguales.

Conceptualmente es impecable. Pero digamos que en la realidad, en términos de derechos y libertades, salta a la vista que ser blanco no es igual que ser aymara.

En esta parte nos aclara que esta capacidad de discernir que diferencia a la raza humana de los animales se debe a que Dios lo deseó así. Un Dios en el que él cree porque así lo quiso, y no porque alguien se lo enseñara. Todo bien, a no ser que nos haya querido decir que lo correcto es enseñar que el hombre y el mundo fueron creados por Dios, y nada de concepciones evolucionistas. No, ya esto es una exageración de interpretación de nuestra parte, pero que dijo lo de la creación de la raza humana por Dios, lo dijo.

El congresista Petrozzi termina usando el clásico “la historia te juzgará”, y reiterando que toda la culpa la tiene lo que vino después del régimen de Fujimori y Montesinos. Le dice así al ministro de Educación: “Puede usted pasar a la historia como el que cambió todo esto, o puede seguir un sistema que ya lleva casi 20 años”. 


* Se deja constancia que lo que va en comillas o se pone como palabras del congresistas son reproducciones extraídas del audio.

 

(Foto: El Peruano)